Capítulo 31: El laberinto

Siento haber tardado tanto, pero es que he estado viendo The Big Bang Theory y se me ha ido el Santo al cielo. Espero que os guste ;)
P.D: Queen.A... ¡Envíame lo de la araña, por favor!

Recogí mis provisiones, me comí las últimas galletas que me quedaban y comencé a andar torpemente a través de la nieve. No me molesté en ocultar mis huellas, es más, no habría podido, ya que me encontraba muy débil. Me costo media hora llegar a la ciudad propiamente dicha, y aún así me quede tirada en pleno camino a casa de Nata. El peso de la mochila, el escudo y las dos espadas me empujaron a caer, y yo no opuse resistencia alguna.

Cuando los helados copos de nieve comenzaron a atraparme, me levante, sacudí mi ropa y la pierna izquierda que tenía completamente empapada (ya que faltaba un trozo de tela del pantalón que había utilizado como venda) y cojeé hasta la casa de Nata.
Antes de matar a Leila hice algo que puede considerarse bastante rastrero, pero teniendo en cuenta la situación aún no he tenido tiempo de arrepentirme por ello. Cuando estaba atrapada por las espinas venenosas, retorciéndose de dolor, le propuse un trato: acabaría con su dolor en un instante si me decía donde había dejado a Christian y como no me parecía haber oído ningún cañonazo (de lo que no podía estar completamente segura), cabría alguna esperanza de que siguieran vivos tanto él como Nata..
Obviamente, al principio se negó, pero varias convulsiones después cantó como un loro y yo le hundí la espada en el corazón, lo que la mato al instante.
<<Laberinto, laberinto...>>-balbuceó Leila poco antes de morir. Y solo se conocía un laberinto en todo el Capitolio: el de la casa de los Flickerman.
Era tan impresionante como había comentado mi padre una vez: se alzaba hasta alcanzar los cinco metros de altura, estaba cubierto de espesa nieve blanca; era el arma perfecta para proteger un hogar, cualquiera que intentara entrar sin invitación previa moriría antes de llegar a la salida.
En la entrada del laberinto descubrí unas pisadas de hombre algo borradas, junto a una piedra manchada de sangre, que sin duda pertenecían a Christian. Comencé a seguirlas pero cuando llevaba unos cinco minutos dentro, perdí el rastro. Comencé a sentir pánico, sobre todo por que el sol comenzaba a caer, y no quería perderme así que cogí el cacho de tela que antes había usado como venda y lo partí en cachitos que fui tirando cada cinco metros, para no perderme.
Cuando llevaba media tela desgarrada, vislumbre una figura a lo lejos con los cabellos rosados, y corrí hacía ella sin pensármelo dos veces. Sin embargo la figura me rehuía y yo no paraba de gritar su nombre, para que se detuviera, sin éxito. Entonces me di cuenta de que había perdido el rastro de "miguitas" que había ido dejando, por lo que volvía hacía la otra dirección cuando un ruido me sobresaltó.
Tuve la misma sensación que cuando cogí por primera vez aquel juguete y la habitación cambio radicalmente, pero aumentada. El laberinto antes recubierto de nieve, ahora brillaba con un vivo verde esmeralda azulado, el suelo se había transformado en una mullida alfombra verde, el cielo se había vuelto azul y el tiempo cálido. Me adentré un poco más en el laberinto y seguí repartiendo mis miguitas según avanzaba, cuando cruce varias zonas iguales, pensé que me había perdido y estuve a punto de perder la esperanza. Sin embargo me acordé de mis compañeros y continué adelante.
Cinco minutos más tarde, cuando la noche caía, se apareció por fin la sombra a la que había peseguido en un principio. Tenía los cabellos rosas echados hacía atrás y miraba fijamente frente a la siguiente sección del laberinto, llevaba una típica falda de flores anaranjada y una camiseta a rayas bicolor. Al principio me asuste y me quede quieta, porque su aspecto daba mucho miedo, pero luego di unos pasos tambaleantes hacía su dirección ya que no parecía particularmente interesada en mi. Me equivoqué.
El ataque llego antes siquiera de poder verlo. No la había visto moverse del sitio, ni un milímetro, sin embargo la tenía sobre mi con su cara frente a la mía y sus manos buscando mi garganta. Intente desequilibrarla, pero era increíblemente fuerte, y me tenía bien agarrada contra el suelo. Mi suerte estaba echada.
El peso desapareció de un plumazo. Vi volar a la chica hasta chocar contra la pared de plantas azuladas y caer al suelo retorciéndose. Alzo la vista y veo a un malherido Christian, que se acerca a la criatura del pelo rosa y la aprisiona por el cuello, ahogándola como minutos atrás ella había tratado de hacerlo.
-¡Christian, estás vivo!-grito aliviada.
Él no me responde si no que sigue con la mirada fija en la criatura, apretando aún más su agarre hasta que sus jadeos se detienen y cae tendida en el suelo. Después de eso, el laberinto vuelve a ser lo que era, volviendo la nieve y el frío, y por un instante, la cordura.
-Sophie...-susurró él.
Me tambaleé y avancé hasta él para abrazarle. Él me envolvió entre sus brazos, me beso en la cabeza y me revolvió el pelo.
-Pensé... pensé que habías muerto-dije entre sollozos.
-Ssshh... tranquila, tranquila-me dijo mientras me abrazaba más fuerte-Venga, tranquila.
Nos separamos y yo recogí mis armas. Volví a mirarlo y vi que llevaba parte de la cabeza vendada y empapada de sangre, me acerqué a él y toqué la venda, que estaba húmeda. Él me apartó la mano suavemente y dijo:
-Vayamos a buscar a Nata.-dijo y me llevo cogida de la mano.
-Espera-le dije a la vez que le soltaba de la mano.
Él me miro extrañado mientras me llevaba la mano a la espalda, cogí el arma y se la devolví a Christian.
-¿Cómo...?-preguntó él pasándose la espada entre las manos.
-Luché contra Leila y se la quité-dije omitiendo el echo de que la mate ya que estaba implícito.
-¿Quien?-preguntó confuso.
-La chica del Área 7, la que se presentó voluntaria. Te contaré más tarde.
Una vez armados, seguimos caminando por el laberinto y soltando "miguitas" a nuestro paso por la nieve. Cuando cae la oscuridad comienzo a gritar el nombre de Nata aterrada, y Christian mira preocupado hacía ambos lados con una cerilla encendida, ya que las gafas las tiene Nata.
-¿Christian, y si no la encontramos? ¡No pienso dejarla sola!
-Tranquila-me dijo él-estoy seguro de que estará aquí. Poco antes de que Leila me golpeara me pareció ver un destello rosa entrando en el laberinto, estoy segurísimo de que era ella ¿Quien si no?
-No se, tal vez una de esas ninfas.-conteste mordazmente.
-¿Ninfa?-preguntó.
-Si, ¡calla! ¡He oído algo!-dije chistándole.
Unas hojas se rompieron, el viento azoto las paredes del laberinto y comenzó a nevar un poco.
Entonces, alguien grito: <<¡SOPHIE!>>